65

Cien serpientes caminaban hacia mí esperando morder mis genitales. Yo no podía avanzar mucho, mis piernas se deshacían con cada paso que daba. Cuando volteaba hacia enfrente todo era desierto, pero si volteaban hacia atrás, era la Magdalena Contreras.

Las serpientes por fin me alcanzaban y cuando estaban a punto de morderme, llegaba un perro gigante y comenzaba a hablar como Don Francisco. Eso nos hacia cagarnos de la risa (a las serpientes y a mí) y de pronto ya éramos amigas. Fuimos junto con el perro Don Francisco a la ferie de Chapultepec, pedimos el paquete ecolín que incluía casi todos los juegos, pero ya adentro, no se nos permitía el acceso.

Las serpientes enfurecieron, yo cerré los ojos y cuando los abrí, estaba totalmente desnudo dentro de un tinaco, con un pañuelo desechable con el que intentaba taparme. Era frustrante, si intentaba tapar mi pene, mi trasero quedaba al descubierto y viceversa. Arriba estaban unas niñas que no había visto desde la secundaria, señalándome burlonamente. Una de ellas tenía una manguera y comenzó a llenar el tinaco con un líquido amarillo que parecían orines, olían como orines, pero eran sudor de mula.

Al final de un chorro enorme de agua, comenzaron a salir serpientes, las que por fin lograron morder mis genitales hasta arrancarlos.

A veces uno sueña bien gacho.